«LA TEORÍA MONETARIA Y EL CICLO ECONÓMICO»  ,

 por Friedrich A. Hayek.Traducción de Luis Olariaga, Madrid,1936.

 

Hayek es el economista más brillante de la escuela de Viena que gira hoy en torno a las ideas del profesor Ludwig von Mises y cuyos representantes más conocidos son, además de Hayek, Strigl, Machlup y Haberler.

En íntima conexión con la escuela vienesa y orientado en las mismas tendencias monetarias hay un grupo de economistas suecos, cuya relación nace de la influencia de un extraordinario economista sueco ya fallecido, Knut Wicksell, que trabajó mucho tiempo en Viena e influyó considerablemente, a su vez, sobre los citados economistas austriacos. Hayek fue director del Institut fur Konjunkturforschung de Viena. Hace unos años fue a Londres a explicar un curso sobre dinero y ciclos, cuyas conferencias se hallen recogidas en su libro, publicado originalmente en inglés, «Prices and Production».  Después quedó encargado de la cátedra Took de la Universidad de Londres, de la cual continúa siendo profesor.

En el prólogo escrito por el profesor Robbins para la primera edición de «Prices and Production»  se dice: «La Escuela de Viena que en recientes años, bajo la dirección de los profesores Mayer y Miles, ha experimentado un maravilloso renacimiento, ha hecho contraer otra deuda al mundo científico. Basándose en la teoría del capital de Bohm-Bawerk y en la teoría de Wicksell sobre las divergencias entre el tipo monetario y el tipo del equilibrio del interés, los profesores Mises y Hayek han descubierto teorías que, aunque caen en la categoría general de explicaciones monetarias, parecen, sin embargo, haber superado las deficiencias de que adolecían en general las teorías monetarias ....»

Hayek queda, pues, comprendido entre aquellos economistas que atribuyen una causa monetaria a las fluctuaciones cíclicas que perturban el equilibrio de la economía capitalista, pero nada tiene que ver con las teorías más conocidas que se basan en la creencia de que el dinero influye en la vida económica a través del nivel general de los precios. Nuestro autor parte del punto vital de las influencias del dinero en la rentabilidad de la empresa, siguiendo una tradición científica que ha logrado imponerse debido sobre todo a los trabajos de Wicksell: el resorte que mueve la vida económica es la relación que en cada momento se hallen el tipo de equilibrio del interés y el que cobran los Bancos por las concesiones de crédito. Wicksell, sin embargo, buscaba líos efectos de las discrepancias que en esa relación pudieran señalarse en el nivel general de precios, aperando con un viejo concepto abstracto y mecánico que tanto ha desorientada a los economistas en los últimos lustros y, en 1927, a la Política Bancaria de los Estados Unidos. Hayek, siguiendo las investigaciones de su maestro von Miles y despojándose ya totalmente de un residuo de la tendencia antigua, que aun perdura en von Miles cuando considera el valor abstracto del dinero, no se preocupa de los efectos del crédito en el irreal nivel de los precios, sino en los precios concretos, relativos, de las mercancías y en la distribución de la producción en producción de medios de producción y de artículos de consumo, que es lo que realmente da lugar al ciclo.

Eh la obra que comentamos, Hayek explica cual es el resorte de las expansiones o contracciones del crédito: como entra el nuevo dinero en la circulación y cómo perturba el equilibrio provocando las fluctuaciones cíclicas. En otras obras enfoca, principalmente, su concepto del equilibrio intertemporal, el problema de la imposibilidad de mantener indefinidamente en actividad los procesos productivos emprendidos con el crédito adicional creado por los Bancos -y, en consecuencia, la inevitabilidad de las crisis con la organización actual del crédito- y el estudio de las condiciones que ha de llenar una circulación 'neutral', o sea, en la que el dinero, no pueda influir en la producción.

Para aclarar el concepto del «equilibrio intertemporal» procede representarse en primer lugar, el caso de una mercancía aislada sujeta a variación estacional bastante previsible de su precio. Si cualquiera autoridad impusiera un precio uniforme a esa mercancía estacional resultaría una sobre valoración de la misma en las épocas en que su producción es abundante y una valoración deficiente para las épocas de producción escasa. En los períodos de supervaloración, los productores intensificarían la producción al máximo y harían previsiones para producir lo menos posible en los períodos en que el precio reglamentado lo fuese remunerador. La conclusión de que es indispensable el libre juego del precio para que se realice el equilibrio intertemporal en una mercancía estacional aislada puede extenderse al nivel general de los precios de dicha mercancía.

Si ahora se substituye la hipótesis de la previsión de las fluctuaciones estacionales de la producción por la previsión de una tendencia, por ejemplo, de una retirada de dinero de la circulación durante una larga serie de años, ocurrirá lo siguiente: los productores, al esperar un declive secular de los precios, responderían ampliando sus explotaciones con objeto de lograr en cada momento un igual gasto de factores productivos por unidad de producto. Seria necesario arreglar las cosas para asegurar el máximo rendimiento de los recursos productivos durante el período de progreso. Pero si el precio de sus productos se hallara estabilizado, no se preocuparían de aumentar el rendimiento.

Allí, por tanto, donde exista posibilidad de progresar y reducir los costos, la estabilización artificial o la elevación de los precios causan una desviación artificial de los recursos destinados a futura producción. Hayek sostiene que la razón fundamental de que el dinero perturbe el equilibrio económico no es la falta de estabilidad de su valor sino, precisamente, esa misma estabilidad más o menos garantizada por los patrones metálicos o lo que aun es peor, la tendencia a elevar los precios mediante una expansión del crédito. El equilibrio intertemporal únicamente puede ser logrado si cada precio expresa la tendencia de los costos reales a disminuir con el progreso técnico, o sea, si la cantidad de dinero no es aumentada para compensar el aumento de volumen de la producción sino que es mantenida constante.

El origen de los ciclos económicos está, para Hayek, en que exista un tipo monetario de interés inferior al tipo de equilibrio, que trae por consecuencia una desviación de los recursos financieros hacia la producción futura -o sea hacia la producción de medios de producción-superior a la que es económicamente posible. Esa divergencia entre los tipos de interés mencionados es posibilitada por la elasticidad del crédito bancario.

Desde el momento en que la característica de la elasticidad del crédito es la ampliación de préstamos a los productores, da lugar a que se eleven los precios de los medios de producción. Esa elevación de precios trae por consecuencia que cierto número de medios de producción originarios -tierra y mano de obra- se desplacen de procesos productivos menos indirectos, más cortos, a fases intermedios de producción más indirecta que se van adicionando. Durante un tiempo, la producción puede mantenerse sin reducción, porque las mercancías que se hallan en proceso de producción son de elevado tipo especifico y no pueden ser transferidas. Pero, más tarde, cuando esas mercancías quedan terminadas, se origina una desproporción en la masa de artículos de consumo, porque el rendimiento de los nuevos procesos de producción no ha llegado aún al mercado. Si el cambio de estructura de la producción hubiese sido provocado por el ahorro y no por la inflación, habría una reserva de artículos de consumo acumulada para cubrir la laguna. Pero como lo ha sido por la inflación, la sociedad tiene que encontrarse con una deficiencia de medios de consumo, y como no va a seguir dedicando sus recursos a crear medios productivos en mayor cantidad que los que desea, reaccionará modificando la proporción de sus gastos en favor de los artículos de consumo y hará subir los precios de estos artículos en relación con los de Iba medios de producción, a menos que los Bancos no contrarresten con creces dicha tendencia facilitando a los empresarios nuevas ampliaciones de crédito. Pero, como estas ampliaciones se hallan limitadas por las reservas bancarias, llega un momento en que el aumentó de la demanda de artículos de consumo se hace sentir en un alza más rápida de los precios de esta clase de productos.

Eso significa que se invierte el proceso del período de prosperidad. Aumente el margen de beneficio entre los artículos de consumo y los medios de producción, que inmediatamente les preceden, y se reduce el proceso de extender la producción a fases más remotas. Los medios de producción no específicos son transferidos a fases productivas más próximas al consumidor; se contrae el número de fases productivas y baja el precio de las mercancías especificas al ser retiradas las mercancías no específicas o servicios que eran su complemento. Pero el acortamiento del perfecto de producción demora; la producción ha quedado virtualmente detenida en sus métodos más indirectos, y no puede absorber en el nuevo método los factores productivos disponibles sino que gradualmente, a medida que los productos progresan hacia el consumidor. La situación, dice Hayek, es parecida a la de la población de una isla completamente separada del resto del mundo y que hubiese construído, en parte, una gigantesca máquina para satisfacer las necesidades y se encontrase con que había agotado todos sus ahorros y disponibilidades de capital antes de que la nueva máquina comenzase a lanzar sus productos; no les quedaría otra solución que la de abandonar temporalmente los trabajos emprendidos para contar con el nuevo método de producción y dedicar todos sus esfuerzos a producir, sin capital, el alimento cotidiano.

En otras palabras, no hay duda de que el ahorro forzoso -o sea la creación de crédito adicional- amplía el equipo de medios de producción, pero tampoco hay duda de que dicha acumulación es económicamente perturbadora. La afluencia de productos al mercado, procediendo éstos de los nuevos métodos indirectos, sólo puede persistir en tanto que el tipo de interés bancario quede tan por debajo del tipo de equilibrio como lo estaba al comenzar los nuevos procesos productivos. En cuanto los Bancos cesen de mantener la misma proporción de capacidad de compra de los productores sobre los consumidores, desaparece la diferencia. En ese caso, la demanda de capital debe superar a la oferta, desde el momento en que los nuevos instrumentos de producción continúan exigiendo capital, como anteriormente, para renovaciones y explotación, pero su rendimiento y, por tanto, el ahorro que de ellos pueda obtenerse debe disminuir con la baja de sus precios en relación con la de los artículos de consumo y de los medios de producción más directos. La escasez de capital puede acarrear un desastre, tanto a los antiguos equipos de producción, como a los nuevos y registrarse una pérdida económica igual o superior a lo que había importado el ahorro forzoso.

En consecuencia, sólo las variaciones del tipo natural de interés que procedan de alteraciones del ritmo de ahorro pueden dar lugar a meros ajustes transitorios. Si se mantiene constante la oferta de dinero, el efecto de cada extensión de la producción será conocido perfectamente de los productores y sólo escogerán, para invertir los nuevos ahorros, las colacociones que puedan mantenerse rentables, incluso si los precios llegaran a bajar. Para que el dinero sea, por tanto, neutral y los precios vayan declinando en consonancia con la secular disminución de los costos reales de producción, tiene que mantenerse constante su volumen efectivo. Todo lo que sea separarse de esta política desvía necesariamente los precios de los artículos de consumo y de los medios de producción de su relación de equilibrio dictada por el tipo natal de interés y, de ese modo, provoca la fluctuación cíclica. Lo que es preciso es mantener constante la proporción entre la masa total de mercancías y la parte que es afectada por el dinero, o sea, el 'coeficiente de transacciones en dinero . . . .'

Las idas de Hayek son, al presente, muy discutidas en el mundo científico que, a este respecto, se muestra o partidario de ellos -como es el caso de los economistas de la Universidad de Londres y muy particularmente el del profesor Robbins -o su adversario- como es lo que sucede con el grupo de los economistas de la Universidad de Cambridge y muy en especial de keynes, Robertson y otros.

No obstante, la obra de Hayek debe ser leída y meditada pues su autor es uno de los más agudos cerebros de la ciencia económica contemporánea y uno de los que marca nuevos y fecundos camino en el problema de los ciclos.

 

                                                                                                                                                                       Alberto Baltra Cortés.

 

 

«LE MARIAGE EN DROIT SOVIETIQUE»

 por Grégoire de Dolivo . - Paris, 1936. - Ediciones del 'Recueil Sirey'.

 

Los juristas franceses se han interesado mucho más tarde que sus colegas alemanes en el estudio del Derecho Soviético y, hasta hace poco, descuidaron observar su desenvolvimiento y desarrollo que presentan muchos puntos que merecen especial consideración para el estudioso. Esta verdadera laguna de la literatura jurídica francesa empieza a llenarse y antes que transcurra mucho tiempo esperamos verla desaparecer. Es así como durante el año 1936 se hicieron publicaciones simultáneas sobre las más importantes ramas del Derecho Soviético, todas las cuales responden a las exigencias esenciales de la información científica.

El señor de Dolivo se propone en su obra «abordar, desde el punto de vista Jurídico, el estudio del matrimonio tal cómo existe en las diferentes Repúblicas de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas» (pág. 9). Nos advierte que esta cuestión es de palpitante actualidad por cuanto en Rusia se ha operado un cambio de opiniones en lo que a la institución respecta. «La familia, que el régimen se proponía exterminar, repentinamente, ha sido considerada como una célula social digna de protección y respeto».

El autor no ha omitido esfuerzos para acumular una rica y abundante documentación auténtica que nos garantiza la exactitud de la exposición aun cuando bien puede que no se esté de completo acuerdo con las conclusiones a que llega en el Capítulo VI.

Su principal fuente de información han sido, como es lógico, las leyes actualmente en vigor en la U.R.S.S., pero no sólo ha recurrido a los Códigos de las Familia sino que, asimismo, a una serie de documentos legislativos, aislados o secundarios, que son inaccesibles para quien no pasee el idioma ruso. Con un criterio muy laudable ha querido, además, investigar la forma en que los Tribunales rusos aplican dichas leyes, puesto que en ese país, tal vez con mayor intensidad que en otro donde las instituciones se encuentran ya estabilizadas, hay una profunda diferencia entre el Derecho oficial y el Derecho vivo; entre la letra legal y la forma en que los magistrados la interpretan. Claro está que la información jurisprudencial es bastante incompleta, pues no hay en Rusia publicaciones semejantes a nuestra «Gaceta de los Tribunales» o a nuestra excelente «Revista de Derecho y Jurisprudencia», sino que ha debido recurrir a las sentencias reproducidas en la «Colección de las interpretaciones de la Corte Suprema de la R.S.F.S.R» que no contiene sino algunas de ellas. Con el objeto de subsanar los defectos y vacíos de tal información ha recurrido a todas las fuentes capaces de aportarle alguna luz sobre las diversas etapas sucesivas por que ha atravesado, a partir de 1918, el Derecho del Matrimonio en la nueva Rusia. Con este fin ha compulsado las obras consagradas por los escritores y tratadistas soviéticos ya sea al matrimonio en particular o al Derecho de Familia en general, los boletines, los informes de las autoridades administrativas, de los congresos y de las academias. Ha indagado, también, en la gran prensa soviética: la «Pravda», los «Izwestia», etc.

Como lo dice Eduardo Lambert en el prologo, la obra es «de una lectura fácil y atrayente», no sólo en razón de la trascendencia del tema que en ella se aborda sino que por su composición ordenada en que los hechos se encadenan espontáneamente, por su estilo sencillo y por la justeza con que encuentra el equivalente de todos aquellos neologismos que profusamente aparecen diseminados en la legislación y en la literatura jurídica de los Soviets.

 

                                                                                                                                                                                                         A. B. C

 

«PRINCIPIOS DE ECONOMÍA POLÍTICA Y DE TRIBUTACIÓN»,

 Por David Ricardo. Editorial M. Aguilar, Madrid, 1936.

 

Cuando, en 1817, apareció la obra de Ricardo que hoy llega huata nosotros en nueva y lujosa edición, el mundo se encontraba convulsionado por una serie de trastornos económicos y políticos que planteaban otras tantas interrogantes en el espíritu de los hombres. Ricardo vivió los graves problemas de su época y meditó sobre ellos. Adam Smith había investigado cómo se enriquecen las naciones, y Malthus, cómo se empobrecen; Ricardo, ante los hechos que como torrentes desfilaban ante sus ojos, pudo darse cuenta que la realidad consiste en el enriquecimiento de unos y el empobrecimiento, a veces simultáneo, de otros. Es, sin duda, muy interesante la investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, pero es mucho más interesante aun saber cómo se reparte esa riqueza entre los miembros de una comunidad social. Las primeras palabras de los célebres «Principios» de Ricardo, el primer párrafo del Prólogo, dice: «El producto de la tierra, todo lo que se saca de ella, por la aplicación conjunta del trabajo, de la maquinaria y del capital, se distribuye entre las tres clases sociales, que son: los propietarios de la tierra, los del capital que se emplea para cultivarla y los trabajadores que la cultivan...» «Pero en épocas distintas son muy diferentes las proporciones del producto total que se adjudica a cada una de esas clases, con el nombre de renta, beneficios y salarios.....»

«El problema principal de la Economía Política es la determinación de las leyes que regulan esa distribución» Los mismos hechos se encargaron de plantear, con toda su agudeza y gravedad, el problema de la distribución de la riqueza; la inteligencia prodigiosa de David Ricardo le permitir abarcarlo en toda su extensión y hondura, y, al mismo tiempo, ser su genial expositor.

Por poco que se observe y compare puede anotarse un sorprendente paralelismo entre los acontecimientos que agitaban la época en que vivió David Ricardo y los que vive hoy día el mundo; ahora, como entonces y talvez con mayor agudeza e intensidad, la realidad plantea el problema de la distribución de la riqueza. Por eso, nada parece más oportuno, para el que estudia estas cuestiones, que volver a leer las páginas que hace mes de un siglo escribiera Ricardo y en las cuales volcó las ideas de su cerebro dilecto y diáfano.

 

 

                                                                                                                                              A. B. C.