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El 18 de Abril de 1951 falleció el Presidente de la Excma. Corte Suprema y Profesor de Derecho Procesal de la Facultad, don Humberto Trucco Franzani. Como un Homenaje al distinguido jurista, publicamos el discurso que pronunciara en sus funerales el Profesor don Manuel Urrutia Salas.

Pronunciado en el Cementerio General a la muerte de Don Humberto Trucco Franzani.-Ministro y Presidente de la Corte Suprema de Justicia. (19 de Abril de 1951).

Excmo. Señor Presidente de la República, Excelencias, señores y señoras:

A la Escuela de Derecho del viejo Casón Universitario, por cuyas aulas pasaran tantos y eminentes ciudadanos, distinguidos después en la administración, en la judicatura, en la política o en la diplomacia, llegó un día, a dictar su cátedra, un magistrado que traía por todo pergamino, la aristocracia de su inteligencia; y por toda recomendación, una juventud entregada por entero al estudio y al culto del Derecho y una madurez, que más tarde derramara profusamente a la justicia. Sus condiciones excepcionales, el maravilloso edificio de su espíritu, su saber sin vanidad, su aguda inteligencia, lo hicieron pronto conquistar la fama de justo, de sabio y de prudente Su nombre se fundió en el concepto y para todos ese magistrado judicial, que llegó un día a dictar su cátedra de Derecho, fué el Maestro. Sin quererlo; sin buscar con empeñoso afán el título, fué el Maestro, por la consideración unánime de sus compañeros de labor, tanto en la cátedra como en la magistratura; Fué el Maestro, para lo que fueron y no fueron sus propias alumnos; Fué el Maestro, para quienes tuvieron la gracia de buscar en su pensamiento la solución a los más difíciles problemas del Derecho. Hablar del Maestro, era hablar de don Humberto Trucco Franzani. Las grandes distinciónes son la resultante de una conciencia unánime, son la consecuencia de un pensamiento colectivo. Extraordinario estratega del Derecho, jugaba con los conceptos y sus respuestas saltaban de inmediato, sin vacilar siquiera. Sus argumentos eran macizos; Sus reflexiones, la expresión de su agudeza y su saber. Estudioso incansable, fué el primero que divulgó los estudios de los grandes maestros italianos de su especialidad, el Derecho Procesal, y dió a conocer así, las Investigaciones que habían realizado los magníficos juriscónsultos Tudescos, fieles intérpretes de los viejos textos latinos, cuyas erróneas traducciones se habían mantenido por siglos, y con ello, erradas concepciones de las fuentes romanas. Como la luz que rompe las penumbras y precisa los agudos perfiles de las cosas, el pensamiento del Maestro precisaba los perfiles del Derecho. Sin embargo, no era su voz ni su palabra el mágico discurso que arrancara efímeros aplausos. Nunca las aguas profundas cantaron bulliciosas. Mientras más hondas, más tranquilas; mientras más tranquilas, más claras y serenas. Y así fué su palabra: sencillez de agua clara, profundidad de agua tranquila. Amó lo justo, porque esa era su ley; Adoró lo bello, porque así era su alma; Hizo de su vida un ejemplo de virtudes y de austeridad, porque era el Maestro. No sabía de pasiones, ni de odios; no lo atraían las mundanas vanidades, ni los títulos. La modestia y la bondad, fueron como dos surtidores de su espíritu. La pobreza fué una oculta compañera en toda su carrera judicial. Esa pobreza que dignamente afrontan nuestros jueces, siempre dispuestos a servir de refugio seguro a quienes los olvidan en los momentos de holgura y de bonanza y los buscan con ansiedad, en las horas de inquietudes y zozobras. Así muere el Presidente de la Corte Suprema de Chile, el magistrado prudente y sabio; el Maestro bondadoso y paternal; Así muere, quien rindió un culto a la vida misma, porque la vida era para él, sencillez y sobriedad; era verdad y justicia; era bondad y perdón. La Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, me ha conferido el alto honor de despedir en su última morada, a quien fuera uno de sus más ilustres catedráticos. Cumplo esta dolorosa misión y en nombre de esa Facultad despido al colega de labores universitarias, don Humberto Trucco Franzani y me inclino reverente ante el Maestro. Maestro, tu voz suave y serena, sin estridencias, sin vanidad, será para nosotros, nuestros colegas de cátedra y profesores de la Escuela de Derecho, una dulce y lejana canción, suspendida para siempre en el espacio.