Nuestra emancipación de España nos llevó en lo político desde un régimen monárquico absoluto a una república representativa. Los Padres de la Independencia comprendieron desde el primer instante que, junto con sentar las bases fundamentales de la naciente república, era preciso dotarla de los códigos que fueren necesarios para el resguardo de sus nuevas instituciones jurídicas. El primer intento en este sentido puede decirse que se encuentra en el Proyecto de Constitución Política de 1811 elaborado por don Juan Egaña (1). El art. 21, de su Apéndice, establecía un engorroso procedimiento para llegar a formar lo que llamaba la 'legislación de la república' y agregaba que mientras esto no se cumpliera regirían 'las leyes corrientes en los puntos que no se opongan a la Constitución o a las leyes y reglamentos del gobierno, censura y juntas'. Recordemos al pasar, respecto de este último asunto, que la Constitución de 1818 también dispuso que mientras no se reuniera el Congreso, se juzgarían todas las causas por 'las leyes, cédulas y pragmáticas que hasta aquí han regido, a excepción de las que pugnan con el actual sistema liberal de gobierno'(2). Entre las recomendaciones que el 23 de julio de 1822 formulaba O'Higgins a la Convención Preparatoria que crearía una Corte de Representantes, se leía: 'Sabéis cuán necesaria es la reforma de las leyes; ojalá se adoptasen los cinco códigos célebres tan dignos de la sabiduría de estos últimos tiempos y que ponen en claro la barbarie de los anteriores. Bórrense para siempre instituciones montadas bajo un plan colonial; destiérrese la ignorancia; prócedase con actividad y se allanarán todos los obstáculos'(3). Contrastando con esta altiva e inoperante sugestión de querer trasplantar simplemente a nuestra patria los códigos de Francia, don José Alejo Eyzaguirre presentaba, en 1823(4) al Congreso Constituyente, una moción más factible, destinada a 'registrar las fuentes en que están dispersas las disposiciones legales vigentes y reducirlas a un Código Legislativo'. Su orden sería alfabético o bien dividido en libros, títulos y leyes que pudieran agregarse por vía de suplemento a alguno de los códigos que regían. El 2 de julio de 1825, el Director Supremo, don Ramón Freire, dictaba un decreto, modesto, y muy similar a la indicación precedente, ordenando a la Corte Suprema 'compilar en un código nacional todas las disposiciones dadas desde el principio de nuestra gloriosa revolución'(5). Por su parte don Santiago Muñoz Bezanilla, en un audaz intento, presentaba al Congreso, en 1826, un proyecto para que 'se nombraran por el poder ejecutivo cinco letrados de los de más experiencia y conocimientos que, en el preciso y perentorio término de dos años, reformen todo el Código Civil y Criminal, reduciéndolo a un solo volumen y simplificando la tramitación forense, hasta el extremo de reducirla a muy pocas ritualidades'(6). Del mismo modo, en el proyecto de Constitución Federal del citado año 1826, se creaba una comisión que debería presentar a la Legislatura Nacional, un proyecto de legislación civil y criminal(7). Y se invoca aún la existencia de una ley del año 1828, que habría recaído en la moción a la Cámara, de 27 de marzo del mismo año, del diputado don Francisco R. Vicuña, que ofrecía una gratificación al que redactara un Código Civil(8). Pero todos estos esfuerzos resultaban estériles en cuanto a su más anhelada finalidad: la codificación del derecho común. Las Constituciones referidas o habían tenido efímera existencia o ni siquiera lograban la sanción popular(9). Los proyectos de los señores Eyzaguirre y Muñoz no quedaban convertidos en ley. La Corte Suprema, por la atención de sus labores preferentes, no podía avocarse al estudio de la recopilación decretada. Y ningún letrado, que se sepa, atrevíase a emprender sólo la magna obra, a pesar del estímulo ofrecido. De suerte que cumplido el segundo decenio de nuestra emancipación, el orden jurídico nacional presentaba el siguiente cuadro. Por una parte regían todas aquellas disposiciones legales nacidas con la República y publicadas sucesivamente en la 'Aurora', el 'Monitor Araucano', la 'Gaceta del Gobierno', la 'Gaceta Ministerial' y el 'Boletín de las Leyes'. Por la otra, continuaba subsistiendo, con todo su vigor, el derecho español, en todas aquellas materias compatibles con las nuevas instituciones. Y este derecho peninsular estaba a su vez formado, según el orden establecido para su aplicación(10), por las Reales Cédulas y los Autos Acordados de la Real Audiencia dictados en su oportunidad, para el gobierno de esta apartada colonia y, más general, por la Recopilación de Indias, dada en 1680 para dirigir todos los dominios en América; por la Novísima Recopilación, formada sin orden ni método en 1805; por las leyes del Estilo, conteniendo la jurisprudencia para la aplicación del Fuero Real; por el citado Fuero Real, confuso y anacrónico y que databa del año 1255; por el Fuero juzgo, inteligente si se quiere en su plan, pero que poseía penas bárbaras e inhumanas como que se remontaba a la primera mitad del siglo VII; y por las Siete Partidas, terminadas en 1263 y que, no obstante ser el más sabio de estos códigos, no estaba exento de errores y contradicciones, y de definiciones y preámbulos inútiles. Digamos también que contribuía a oscurecer aún más la comprensión de todo este fárrago legal, el castellano arcaico en que estaban concebidos muchos de ellos en razón de su antigüedad. Y este mismo orden seguiría imperando, con escasas modificaciones, dentro del derecho común, hasta entrar en vigencia en 1857 nuestro Código Civil(11). Don Andrés Bello había llegado a Chile procedente de Londres, en junio de 1829, invitado por nuestro Gobierno. Pocos hombres de su época podían exhibir una cultura tan extraordinaria como la de este ilustre caraqueño, nacido el 29 de noviembre de 1781. En efecto, y por lo que interesa a nuestro estudio, recordemos que se sabe de él que ya a los 18 años de edad, se absorbía en la lectura de las leyes de Partidas; más tarde en Londres, a donde viajara en 1810 y permanecía hasta su venida a nuestra patria, adquiría una versación profunda del derecho romano y del español, mediante la enseñanza memorizada que hacía de estas legislaciones, estudiaba las instituciones de Inglaterra y los tratadistas franceses y conocía la influencia renovadora de los últimos códigos dictados en Europa. A lo que se sumaba un dominio completo de las lenguas antiguas y modernas principales y su literatura(12). No sería de extrañar entonces que los consejos del sabio benemérito y el valioso auxilio esperado de él, decidieran al Supremo Gobierno a renovar los propósitos de la codificación. En el Mensaje que con este objeto se remitía al Senado con fecha 8 de julio de 1813 (13)  y que firmaban los señores Fernando Errázuriz, Vice-Presidente de la República y Manuel Carvallo, Pro-Secretario del Interior(14), se decía en algunos pasajes: 'Posiblemente no se hará verosímil en la posteridad, que hayamos conservado por 21 años no solamente las leyes que rigen en Castilla sino también las coloniales, dirigiendo nuestras administraciones políticas, fiscales y civiles por unos códigos que reconcentran en el monarca toda la omnipotencia humana. ¿Quién podrá leer sin asombro unas constituciones que establecen tantas garantías políticas y judiciales mandadas ejecutar por el ministerio de unas leyes que las reprueban o desconocen? ¿Tantas costumbres, tantos usos, tantos principios para dirigir el orden civil según las nuevas instituciones y las luces y moralidad del siglo, con unas leyes de los siglos XII y XIII donde se probaban los hechos judiciales por los juicios de Dios, y se decidían por duelos en campo cerrado?' Terminaba el Mensaje diciendo que había creído oportuno encargar el proyecto de los códigos a una persona de la sabiduría y expedición conveniente. Pero esta feliz iniciativa renovada ahora en tan halagadoras circunstancias, en razón de la paz interna que por primera vez gozaba la Nación, encontraría su principal escollo en el diferente criterio con que nuestros juristas apreciaban el significado de la codificación. En efecto, una corriente impugnaba todo cambio que no se fundara en la simple adaptación de los códigos españoles vigentes, a nuestras instituciones republicanas. La otra, propiciaba una reforma total que daría cabida junto a las instituciones del derecho monárquico, que merecieren subsistir por su sabiduría, a los códigos de más reciente data, y sin olvidar tampoco la fuente inspiratoria de todo el orden jurídico, el derecho romano, que debería traerse a la obra en su forma más pura y directa(15). El Senado quiso saber el pensamiento del Ejecutivo en la materia y con fecha 27 de julio de 1831 le dirigía un oficio (16) solicitándole que le indicara 'el modo y forma en que piensa encargar la obra'. Este contestaba pocos días después (17) que 'no ha pensado el Gobierno ni sería asequible que los códigos de legislación que deben trabajarse, se redujesen a una compilación de las leyes actuales de Castilla e Indias' y agregaba que, para cumplir los fines previstos, encargaría al comisionado 'que acomode sus proyectos a los códigos que rigen en los pueblos más ilustrados de Europa'. Aprobado en esa Alta Rama del Congreso, en la forma propuesta, el proyecto de codificación y la designación de un comisionado para efectuarla(18) y enviado a la Cámara de Diputados, se levanta aquí la voz airada de su Presidente, el viejo patriota don Gabriel José de Tocornal, para reprobar, en un extenso informe de minoría de su Comisión de Legislación(19), 'que no se quiere reformar, sino formar de nuevo los códigos legislativos'. Manifestaba en algunos de sus acápites: 'Parece lo más acertado formar un código de todos los que tenemos, llevando siempre a la vista las leyes y decretos que se han publicado desde nuestra emancipación política'. 'No aprobaré el que se trate de aclimatar en nuestra República los códigos de otras Naciones con quienes no hemos tenido aquellas relaciones anticipadas que uniforman religión, usos, costumbres y lenguajes'. 'Mejor será reformar el Código de Partidas, quitando preámbulos, sentencias de la Escritura y de los P. P., las etimologías, los símiles y los errores de física e historia natural imprescindibles en su siglo' y 'si se quiere podrán ponerse en el idioma usual, bien que el antiguo en que están redactadas es venerable por su origen, por su pureza y gravedad'. A estas palabras impregnadas de tradicionalismo respondía la mayoría de esa Comisión, partidaria de una reforma amplia conforme al sentido que dejábamos anotado, diciendo en un informe que firmaban los Diputados don Manuel Carvallo y don Antonio Jacobo Vial(20): 'Ignoramos por qué se cree prematura nuestra empresa, siendo casi imposible que marchen las actuales instituciones políticas y judiciales con un Código no solamente monárquico sino que reúne todos los poderes', y 'el proyecto de redactar las Partidas conservando su mismo estilo, no podemos dejar de atribuirlo a un amor loable pero exaltado de la antigüedad'. Pero pasarían tres años antes de que la Cámara se decidiera a dictar un pronunciamiento en tan importante y urgente asunto. A fin de provocarlo, el Diputado don Manuel Camilo Vial, creyendo interpretar el pensamiento dominante, presentaba en 1833 un contraproyecto más moderado y circunscrito únicamente a la codificación del derecho civil (21). Consistía en 'compilar las leyes existentes en los Códigos que rigen vertiendo solamente la parte dispositiva de ellos en un lenguaje sencillo y conciso; añadiendo para suplir lo que en ellas falte las reglas que suministren los glosadores y tratadistas más acreditados, y citando al fin de cada artículo la fuente de donde hubiesen sido tomadas' (art. 4°). Esta tarea la efectuaría una comisión nombrada por el Gobierno, la que, con aprobación de éste, distribuiría entre sus miembros los libros y títulos del código que deberían recopilar (arts. 1° y 2°) y, una vez concluído, sería pasado por el Gobierno, para su sanción, al Congreso, acompañado de las reformas y mejoras que la misma comisión hubiere sugerido (arts. 9° y 10°). Por aquella misma época don Andrés Bello iniciaba en la soledad de su gabinete, y sin ayuda oficial alguna, la redacción de un proyecto de código civil. Había tomado como punto inicial la materia relativa a la sucesión por causa de muerte por estimar 'que era ésta la parte más defectuosa de nuestra legislación civil'(22). Partidario de una innovación amplia en el derecho vigente, estaba él capacitado, como ningún hombre de letras, para comprender con más acierto hasta qué extremos debía llegar la reforma; y es lo que precisamente resolvería más tarde la magnífica obra salida de su pluma. Tal como se comprenderá en su oportunidad, la moción del señor Manuel Camilo Vial no podía satisfacer íntimamente al ilustre sabio, en lo que a la finalidad de la codificación se refiere, por los términos restringidos en que quedó concebida. Pero, dotado como estaba de un amplio espíritu público, y comprendiendo que, en las circunstancias actuales, esa moción era la única que podría hacer avanzar la tan postergada empresa, prescindió por el momento de toda convicción personal y se empeñó con laudable celo desde las columnas de 'El Araucano', del que era su director, para que ella fuera acogida (23). Con fecha 29 de agosto de 1834, la Cámara aprobaba dicho proyecto con ligeras variaciones que no alteraban su estructura (24). Sin embargo, deberían transcurrir todavía seis largos años antes de que los Cuerpos Legislativos se pusieran definitivamente de acuerdo en la autorización y forma de codificar el derecho civil. La ley respectiva se dictó el 10 de septiembre de 1840 y su contenido difería sustancialmente del primitivo proyecto aprobado por el Senado y en no poco del que a su vez aceptara la Cámara (25). En efecto, creaba la ley una Comisión mixta, llamada Comisión de Legislación del Congreso Nacional (art. 1°) y compuesta de dos Senadores y tres Diputados (art. 2°), con el encargo de 'la codificación de las leyes civiles, reduciéndolas a un cuerpo ordenado y completo, descartando lo superfluo o lo que pugne con las instituciones republicanas del Estado, y dirimiendo los puntos controvertidos entre los intérpretes del derecho' (art. 12). En sus trabajos, la Comisión tomaría en cuenta los proyectos o indicaciones que le hicieren el Gobierno, los Tribunales y cualesquiera individuos (art. 13) y una vez finalizados aquéllos, se presentarían a las dos Cámaras por medio de sus respectivos miembros (art. 17) e iniciaría el Congreso su deliberación principiándose por el Senado (art. 18). Vemos pues como la ley, en su art. 12, se situó en el punto de partida más razonable para la codificación del derecho civil a que quedó únicamente circunscrita. No se inclinaba de un modo absoluto por las legislaciones foráneas modernas, como en un comienzo lo quiso el Senado, pero tampoco las repudiaba y, al mismo tiempo, permitía perpetuar los principios del derecho español que fueren dignos de subsistir, que era lo exigido por la Cámara anteriormente. Y todo lo anterior se vería enriquecido con las soluciones de los más acreditados investigadores de la ciencia jurídica. En la redacción del precepto comentado sin duda alguna intervino Bello (26), máxime si se considera que a la sazón investía la calidad de Senador de la República (27). En cuanto a los otros también aludidos, el que hablaba de que integrarían la Comisión dos miembros de esa Alta Cámara, y el que ordenaba tomar en cuenta los proyectos que presentaran 'cualesquiera individuos', su modestia personal le impidió exigirlos, pero es evidente que, junto con otros fines superiores que pudieron aconsejar su establecimiento, estaban destinados a que el sabio autor tuviera una participación resolutiva en la redacción última del Código y tomar a la vez por base su propio proyecto, por aquel entonces ya terminado según se verá oportunamente.

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La Comisión Mixta Legislativa, creada por Ley de 10 de septiembre de 1840, celebraba al día siguiente de su creación la primera reunión (28). Sus integrantes ya habían sido designados con anterioridad y ellos eran, por el Senado, don Andrés Bello y don Mariano Egaña ( 29), y por la Cámara de Diputados (30), don Manuel Montt, don Ramón Luis Irarrázaval y don Juan Manuel Cobo. Posteriormente, don Manuel José Cerda entró a reemplazar al señor Irarrázaval (31), que era nombrado Ministro del Interior y Relaciones Exteriores (32), renunciando a la Comisión (33). En esta primera sesión 'se discutió sobre el orden que debería seguirse en sus trabajos, y se acordó que sin perjuicio de examinar los proyectos que sobre cualesquiera partes de la legislación civil presentasen los miembros, se fijase desde luego el orden de los libros y títulos' y, además, 'el señor Irarrázaval se encargó de formar un índice ordenado de ellos'. Conforme a la determinación anterior, en la sesión siguiente, de 25 de septiembre, 'se presentó por el Sr. Irarrázaval el índice del lib. 1° del Código; y se acordó que se sacasen y distribuyesen copias para tomarlo en consideración en la sesión próxima'. Del mismo modo, 'se presentó por el Sr. Bello el primer título de los pertenecientes a la materia de sucesiones, del que ya se habían distribuido copias; se discutieron algunos de sus artículos; y se acordó que continuase la discusión en la sesión próxima' (34). Tales son los testimonios legados a la posteridad dando cuenta de la sencilla forma en que el sabio benemérito empezaba a desprenderse de sus manuscritos y se iniciaban las memorables jornadas que darían vida a nuestro Código Civil. Las reuniones de la Comisión Mixta se prolongaron, con relativa regularidad, hasta el 3 de septiembre de 1844, totalizando hasta esa fecha 119 sesiones (35). Bello faltó únicamente a una de ellas (36), no pudiendo decirse lo mismo de sus demás integrantes. Se levantaron actas de los acuerdos, según ya se vió, pero sin dejar constancia de los debates ocurridos en su seno en torno a las materias que sucesivamente se iban aprobando. En ellas se anotaba escuetamente, la asistencia de los miembros, los progresos realizados en el estudio y, algunas veces, las decisiones adoptadas. En esta forma, las generaciones futuras quedaron privadas del valioso elemento interpretativo que lo echado de menos importa en una ley. Por si lo anterior pudiera estimarse una queja, debernos también ser justos y no silenciar que únicamente gracias a la laboriosidad y el esfuerzo sin límite desplegados por todos los miembros de esta Comisión, se pudieron ir salvando poco a poco los innumerables escollos que la empresa ofreció desde un comienzo. Lo atestiguan documentos oficiales (37). De uno de estos leemos al pasar: 'Algunos puntos han ofrecido dificultades graves para su resolución: un solo artículo ha dado a veces materia para muchas horas de discusión; y la Comisión no hubiera creído corresponder dignamente a la confianza, con que la han honrado las Cámaras, si hubiese pasado más ligeramente sobre cuestiones de legislación que exigían un examen circunspecto y prolijo' (38). Llamará la atención la circunstancia, ya adelantada, de que la Comisión diera prioridad en su estudio al análisis de las Sucesiones, siendo que las razones de una buena técnica jurídica no podían aconsejar que un código se abriera con este asunto. Al dar aquella más tarde a la publicidad sus trabajos (39), explicaría su actitud atribuyéndola a dos razones: una, porque 'sobre esta materia se le presentaron materiales preparados de antemano por uno de sus miembros'; y la otra, 'por haberse creído que era ésta la parte más defectuosa de nuestra legislación civil'. Ahondando en esta segunda consideración agregaba: 'En la materia de sucesiones, más que en ninguna otra, salta a la vista la heterogeneidad de principios y reglas, debidos a la diversidad de intenciones y circunstancias que contribuyeron a formar nuestras leyes. En ellas es donde más resalta la oposición entre los elementos derivados del derecho civil y las que debieron el ser a las costumbres castellanas, recopiladas en los Fueros y Ordenamientos'. Y, reforzando aún más su determinación, terminaba con las siguientes palabras: 'Si el Código Civil debe examinarse y sancionarse todo entero por un solo acto legislativo, es indiferente que los trabajos preparatorios comiencen por una u otra de sus principales secciones. Y si éstas han de promulgarse sucesiva y separadamente, conviene dar principio a la obra por aquella parte del Código en que se hace sentir con más imperio la necesidad de reformas'. A poco más de seis meses de iniciar sus estudios, la Comisión Mixta Legislativa empezó a dar a la estampa, en 'El Araucano', las partes ya aprobadas. Sus publicaciones comenzaron en el N° 559, de 7 de mayo de 1841, y llegaron, con algunas interrupciones, hasta el N° 800, de 19 de diciembre de 1845. Al aparecer la última, ellas habían comprendido un 'Título Preliminar', aplicable a toda la codificación venidera, el Libro 'De la sucesión por causa de muerte' y el Libro 'De los Contratos y Obligaciones Convencionales', que quedó incompleto en su aparición, pues lo último tratado fué el título relativo al contrato de prenda (Título XXXVI). Estos esfuerzos codificatorios serían llamados más adelante el Proyecto de 1841-1845. La publicación de dichos trabajos fué adicionada con notas explicativas o del origen de algunos preceptos, puestas en el margen inferior del articulado. Estas notas pertenecían, indudablemente, a Bello, aunque en parte alguna se dijera. Sería aventurado pretender lo contrario en presencia de la declaración que, según veíamos, hiciera la Comisión, de que los materiales sucesorios examinados pertenecían a uno de sus miembros, que ya sabemos era don Andrés Bello; y nada hace suponer que en las Obligaciones y los Contratos no hubiera continuado él mismo esta labor. La publicidad que la Comisión Legislativa daba a los trabajos obedecía al elevado propósito de estimular a los estudiosos a que colaboraran en la preparación del Código Civil con el aporte de sus luces. 'Ni debe ser esta la obra de unos pocos individuos -decía- debe ser la obra de la Nación Chilena' (40). Este llamado, sin embargo, solamente sería oído por un jurista argentino radicado en nuestro país, don Miguel María Güemes, y con quien Bello inició una célebre controversia que se prolongó por espacio de más de un año y de que también dieron cuenta las páginas de 'El Araucano' (41). Don José Bernardo Lira sostiene que de este luminoso debate salieron las ideas que condujeron a la redacción definitiva de los artículos 79, 964, 983, 1108 y varios otros del Código (42). Por su parte, don Miguel Luis Amunátegui Reyes (43) afirma que 'esta célebre polémica dió resultados relativamente insignificantes, muy pocos fueron los artículos del Proyecto que se reformaron a causa de ella'. Pero sea como fuere, es lo cierto que magistrados y comentaristas encontrarán en esas páginas muchos de los antecedentes legales o motivos históricos que condujeron al establecimiento de algunos artículos del Libro de las Sucesiones, motivo de la controversia y, en todo caso, el pensamiento del insigne Bello sobre la exacta inteligencia que debería darse a esos mismos preceptos. Por ley de 29 de octubre de 1841 (44) se creyó conveniente crear una junta Revisora compuesta también de dos Senadores y tres Diputados (art. 2°), con el objeto de examinar las partes del Código que la Comisión Legislativa iba presentando a las Cámaras, e indicar las enmiendas, adiciones o supresiones que le parecieren convenientes (art. 7°). Para integrarla, el Senado eligió (45) a los señores don Santiago Echevers y don Manuel Vásquez Novoa y la Cámara (46) a los señores don José Gabriel Palma, don Pedro Francisco Lira y don Manuel Camilo Vial. De la labor realizada por la junta Revisora casi nada se conoce. Los pocos documentos que dan cuenta de ella sólo acusan las dificultades que sufriera para constituirse y funcionar (47). Todo hace suponer, pues, que su intervención fuera escasa e infecunda dentro de los trabajos del Código. Para remediar este inconveniente y corregir, al mismo tiempo, los impedimentos surgidos de las interrupciones que también afectaban a la Comisión Legislativa, con fecha 17 de julio de 1845, se dictaba una ley refundiendo a ambas en una sola y autorizando a la nueva 'Comisión reunida' para tomar acuerdos con sólo tres miembros (art. 2°) y en lo demás se regiría por la Ley de 10 de septiembre de 1840 (art. 3°)(48). Con anterioridad a esto, en 1843, la Comisión primitiva había encargado a dos de sus miembros 'una reimpresión ordenada y correcta del Libro de la Sucesión por causa de muerte'(49), pero ella no vino a ver la luz hasta noviembre de 1846 y fué hecha por la Imprenta Chilena, de Santiago, en una edición de 106 páginas (50). Su formato dejaba 'márgenes para la comodidad de las anotaciones que quieran hacer en él los lectores inteligentes, cuyo examen e indicaciones forman uno de los principales objetos de esta publicación'(51). De la 'Advertencia' que le precede aparece que ella se hizo de acuerdo con las enmiendas que le introdujo la nueva Comisión reunida. En la misma, se anticipaba también que 'se dará a la prensa dentro de poco el Libro de las Obligaciones y Contratos, casi todo aprobado por la primera Comisión; y sucesivamente (aunque a intervalos más largos) los restantes'. Este Libro se publicó en agosto de 1847, en un cuaderno de 255 páginas, editado asimismo por la Imprenta Chilena (52). En su preámbulo se llamaba la atención, entre otros asuntos, a que 'los títulos desde el 37 en adelante no han sido examinados por la Comisión de Legislación''. Ambos Libros reformaban y mejoraban la redacción y el sistema de los anteriores en muchas de sus partes. En cambio, resulta sensible observar que no se conservaron en ellos, y debidamente adaptadas, las notas marginales que poseían los primitivos proyectos. Estos nuevos trabajos de codificación constituirían más tarde el llamado Proyecto de 1846-1847. Pero detengámonos un instante en esas breves explicaciones que quedaron anotadas y que daban los preámbulos precitados, a fin de derivar de las mismas algunas conclusiones de interés. Consta de ellas que la nueva Comisión, o Comisión reunida como la llamara la ley que la creó, volvió a examinar los proyectos sobre Sucesiones y sobre Obligaciones y Contratos, revisados con anterioridad por la primitiva Comisión de Legislación y cuyos resultados se habían publicado en 'El Araucano', según dijéramos oportunamente. Pero consta, además, que continuó examinando los originales de Bello referentes a los títulos 37 y siguientes del Libro de Obligaciones y Contratos, hasta darle término con el Título 42 final, y que la primitiva Comisión no había alcanzado a hacer, a juzgar por aquellas palabras de la Comisión reunida, referentes a este punto, sobre las cuales llamáramos la atención. Observábamos también que esta segunda Comisión anticipaba que a intervalos más largos se publicarían los libros restantes. Se refería, indudablemente, a los libros relativos a Personas y Bienes. Respecto de ellos, existen muy pocos antecedentes que permitan establecer cuales fueron sus progresos dentro de los primeras trabajos de las Comisiones. En efecto, revisadas detenidamente las actas que levantó la Comisión Legislativa, se encuentran solamente tres que aluden a materias propias del Libro de las Personas y no hay ninguna que cite al de los Bienes. Las actas referidas son la de 25 de septiembre de 1840, que expresaba que el señor Irarrázaval había presentado el índice del Libro 1°; la de 23 de octubre siguiente, acreditando que el señor Bello presentó el titulo 1° del Libro 1° 'De los chilenos y los extranjeros'; y la de 12 de febrero de 1841, diciendo que el señor Irarrázaval se encargó del título 'Del goce y privación de los derechos civiles', el señor Bello del título 'De las actas del estado civil', el señor Egaña del título 'Del domicilio' y el señor Montt del título 'De los ausentes'(53).

Sin considerar que por la forma de expresarse la última de las actas citadas, pudiera estimarse a primera vista, que los miembros aludidos no sólo se encargarían de revisar los borradores de Bello, sino propiamente de redactar los puntos encomendados, lo que no es verosímil en atención a que documentos posteriores del mayor crédito reconocerían en forma expresa que era don Andrés Bello el autor de todo el proyecto de Código Civil (54), en dichas actas no se afirmaba que las materias referidas se hubieran 'discutido' o 'aprobado', como lo decían las otras que daban cuenta de los asuntos que se iban publicando en 'El Araucano'(55). Este diferente modo de actuar de la Comisión Legislativa nos permite afirmar que deliberadamente quiso ella prescindir del examen en conjunto de los Libros I y II presentados por don Andrés Bello, hasta no haber completado la aprobación de aquellos otros que más tarde constituirían los Libros III y IV del Código. Pero, al obrar así, no alcanzó a aprobar nada en torno a los libros precitados, pues en la última de las actas que hasta hoy se conserva, la de 3 de septiembre de 1844, se decía escasamente: 'Concluyó la discusión del título 'Del arrendamiento'(56), materia ésta que, como se sabe, es propia de los Contratos; y no es dable presumir que en los diez meses siguientes y últimos de su existencia como tal -se fusionó con la junta Revisora el 17 de julio de 1845- se haya dedicado a esos mismos libros, dado que ni siquiera dió término al de las Obligaciones y Contratos. Nacida la nueva Comisión de la fusión anterior, fué entonces ella quien debió iniciar la aprobación de aquellos asuntos. De las sesiones que ésta celebró no existen actas, de modo que se hace aún más difícil precisar en el tiempo cuál fué el orden seguido y los avances que acusaba el estudio. Pero, en su ausencia, nos ayudan a orientarnos dos Memorias presentadas al Congreso por el Ministro de justicia dando cuenta de la labor anual de su Cartera. La primera, particularmente valiosa, es del año 1847 (57), y dice al respecto: 'La redacción del Código Civil se aproxima a su término, faltando solamente la de los títulos relativos a servidumbres y de la parte que trata del estado de las personas. En la segunda, que es de 1849, se expresa que la redacción del Código 'se concluirá y alcanzará a presentarse sin duda al Congreso en el presente período legislativo' (57 bis). Estos documentos prueban entonces que ya en 1849 estaba próximo a finalizarse el examen de estos libros presentados por Bello y pareciera además, en atención a las palabras que hemos subrayado, que se trabajaba simultáneamente en ambos o bien se habían reservado algunos de sus títulos, para examinarlos en último término. Pero, desgraciadamente, los vaticinios de la segunda de esas Memorias no se cumplieron, pues las reuniones de la Comisión quedaban suspendidas por aquella misma época, en razón de diversos inconvenientes, sin haber terminado antes la obra (58). Y por una vez más don Andrés Bello 'la continuó aislado y en silencio logrando presentarla concluída en 1852'(59). Apenas terminado totalmente el Proyecto, el Gobierno lo hizo imprimir (60). Esto se efectuó a principios del año siguiente en las prensas de la ya conocida nuestra 'Imprenta Chilena, calle de San Carlos', de Santiago, y separadamente por libros. Tenemos en nuestras manos los cuatro volúmenes respectivos. Su formato dejaba, al igual que los dos proyectos editados anteriormente, espacios marginales suficientes para hacer en ellos las anotaciones que se desearan. El Libro I (De las Personas), al que precede un Título Preliminar tal como en el Código vigente, se imprimió en enero y consta de 200 páginas; el Libro II (De los Bienes y de su dominio, posesión, uso y goce) en febrero y tiene 328 páginas; y los Libros III (De la sucesión por causa de muerte y de las Donaciones entre vivos) y IV (De los Contratos y Obligaciones Convencionales) en el mes de marzo y tienen, respectivamente, 492 y 831 páginas. Al Libro I precede una 'Advertencia' en la que Bello, dirigiéndose ahora directamente a los miembros de la comisión que habría de examinar en seguida el proyecto, daba excusas por algunos defectos que contenía, a pesar del cuidado con que se había hecho su última revisión, 'defectos inseparables -decía- de un largo trabajo solitario'. Y agregaba textualmente: 'He añadido a este primer libro algunas notas que apuntan a la ligera las fuentes de que se han tomado o los motivos en que se fundan los artículos que pueden llamar principalmente la atención. En algunos las notas parecerán superfluas; en otros se echarán menos. Siento decir que por falta de tiempo no me ha sido posible observar bajo este respecto un método uniforme en todos los artículos; pero me dedicaré gustoso a este trabajo, si pareciere útil'. Por lo que atañe a las notas, con esas modestas palabras el benemérito autor nos legaba, al igual que lo había hecho en el Proyecto de 1841-1845, aunque parcialmente, y en la misma medida haría más adelante, el documento más precioso que tiene el Código para conocer la historia fidedigna y la razón del establecimiento de muchas de sus disposiciones. Dichas notas aparecían puestas al final de este Libro I, respetándose la numeración de los artículos, y el mismo método se seguía en los libros restantes. Tal era, pues, la forma externa presentada por este Proyecto conocido comúnmente como el de 1853. Digamos también, al pasar, que en él se daban por primera vez a la publicidad las materias contenidas en sus Libros I y II; en cuanto al Título Preliminar, que antecedía al Primero, su redacción era sustancialmente diferente y más completo de aquel otro publicado en 'El Araucano' N° 559; y por lo que respecta a los Libros III y IV, nuevas enmiendas se les habían hecho a partir de las correspondientes ediciones de 1846 y 1847. Una ley dictada el 14 de septiembre de 1852 (61), se preocupaba, una vez más, de la imperiosa necesidad de reformar sin dilación todos los códigos existentes. Para cumplir este objeto se facultaba al Presidente de la República para designar las personas que prepararían los proyectos respectivos (art. 1°), los que, una vez concluídos, revisaría una comisión especial (art. 2°) antes de ser sometidos a la aprobación del Congreso. Por lo que se refiere al Código Civil, acabamos de ver que por esos días don Andrés Bello le ponía término. A fin de dar cumplimiento entonces a la ley citada, un mes más tarde el Ejecutivo dictaba un decreto nombrando su Comisión Revisora (62), 'compuesta del Presidente interino de la Suprema Corte de justicia, don Ramón Luis Irarrázaval; del Ministro del mismo Tribunal, don Manuel José Cerda; del Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, don Alejo Valenzuela; de don Diego Arriarán, don Antonio García Reyes y don Manuel Antonio Tocornal, para que haga la revisión del proyecto de Código Civil presentado por don Andrés Bello e informe acerca de esta obra'. Agregaba el mismo decreto que su autor formaría parte de la Comisión y que debería imprimirse dicho proyecto para su distribución entre los Ministros de los Tribunales Superiores de Justicia, Jueces Letrados y Miembros de la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile, con el objeto de que informaran sobre él (62bis). Esta Comisión Revisora, constituida en forma tan selecta y a cuya cabeza estaba el propio Presidente de la República, don Manuel Montt (63), iniciaba sus labores a mediados de 1853 (64). Más tarde se incorporaban a ella dos brillantes juristas, don Gabriel Ocampao (65), que a la sazón trabajaba también en la preparación del Código de Comercio, y don José Miguel Barriga, Regente de la Corte de Apelaciones de Concepción (66) y poco después Ministro de la Corte Suprema. Pero serían los recién nombrados, además de los señores Valenzuela, Tocornal y Bello, quienes en definitiva darían término al honroso encargo (67). No se conocen actas de las sesiones que celebró la Comisión. Lo más probable es que no se las haya estimado necesarias. Don Paulino Alfonso, en su obra 'Explicaciones de Código Civil', da por sentado este hecho (68) pero, al mismo tiempo, expresa que tuvo la suerte de obtener las actas inéditas de algunas sesiones, llevadas por don Andrés Bello, las que reproduce al estudiar en su libro los arts. 1°, 2°, 3° y 5° del Código (69). Se sabe, en todo caso, que la Comisión celebró más de trescientas sesiones en los dos años y medio que funcionó (70). Para formarse una idea de la participación que le cupo en el examen del Proyecto, valgan algunos conceptos que quedaron estampados en el Mensaje del Ejecutivo de 5 de diciembre de 1855, proponiendo un voto de gracias a la Comisión Revisora y premios al autor del Proyecto. Se decía en él: 'El contingente de luces con que han contribuído (sus miembros) a la mejora y perfección del Código sólo puede estimarse comparando el texto primitivo con el presentado a las Cámaras: sin exageración, sin salvar los límites de la más escrupulosa exactitud, forzoso es reconocer que el original ha sido modificado en su mayor parte, ya en sus disposiciones de fondo, ya en su método'. Del Mensaje citado consta, asimismo, que don Andrés Bello propuso muchas de las innovaciones acordadas y 'redactando las propias y ajenas', las introdujo 'en los pasajes correspondientes a fin de conservar la sanidad y armonía'. Para cumplir esta tarea se valió el autor de los márgenes disponibles que contenía el texto impreso del Proyecto. En seguida, se repitieron estas modificaciones, por un copista seguramente, en cada uno de los ejemplares de los demás miembros de la Comisión. En efecto, en el ejemplar que perteneció a uno de sus integrantes y que contiene innumerables disposiciones sustituídas y modificadas marginalmente con satisfactoria caligrafía, leemos la anotación que sigue puesta con la propia letra de su dueño: 'Este proyecto corregido se repartió entre los miembros de la Comisión revisora, de la cual formé parte luego que me vine de Concepción. Agosto de 1855 (fdo.) José Mig. Barriga'. El Proyecto de 1853 fué sometido a dos revisiones. Así lo diría el Ministro de justicia en su Memoria al Congreso de 1855 (71). Realizada la segunda, se volvió a imprimir el Proyecto por encargo del Gobierno, con las nuevas modificaciones, en 'Santiago, imprenta Nacional, calle de Morandé núm. 36, noviembre de 1855', quedando listo para su envío al Parlamento. Esto último ocurrió el 22 de noviembre de 1855 (72), con un Mensaje Supremo que había sido redactado por el propio Bello (73) y en el cual se pedía la adopción del Código, luego de destacarse latamente sus principales características e innovaciones sobre la legislación vigente. Su discusión se inició en el Senado el 28 de ese mismo mes, siendo aprobado su texto sin variaciones el mismo día (74). Enviado a la Cámara de Diputados, ésta lo aprobó en general en su sesión del día siguiente 29(75), y en particular el 1° de diciembre (76). Sin embargo, subsistió entre ambos Cuerpos Legislativos, hasta el día 6 (77), la discusión del punto de su ley aprobatoria relativo a donde deberían quedar depositados los ejemplares auténticos del Código, prevaleciendo la opinión del Senado. Es promulgado el Código por Ley de 14 de diciembre de 1855 (78), y en ella se dispone que comenzará a regir el 1° de enero de 1857. La misma ley ordena que dos ejemplares de una edición correcta y esmerada, que deberá hacerse inmediatamente, autorizados por el Presidente de la República y designados con el sello del Ministerio de justicia, se depositarán en las secretarías de ambas Cámaras y otros dos en el archivo del Ministerio de justicia, y éstos se tendrán por texto auténtico del Código Civil, debiendo conformarse a él las ediciones o publicaciones que se hicieren del expresado Código. Don Andrés Bello fué nuevamente comisionado para preparar la edición correcta y esmerada dispuesta por la ley. Al cumplir su encargo, perfeccionó gramaticalmente numerosos artículos, pero también introdujo algunas enmiendas de fondo que alteraban la letra aprobada por el Congreso (79). Al obrar así, las más de las veces lo hizo para conservar la armonía en todo el contexto del Código, pero en otras no se alcanza a comprender si quiso ésto o bien, lisa y llanamente, cambiar el sentido de los preceptos aprobados (80). Finalizada esta tarea, se hizo la primera edición del Código Civil y se publicó en 'Santiago de Chile, Imprenta Nacional, calle de Morandé, núm. 36, mayo 31 de 1856', en un volumen de 641 páginas.

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Don Miguel Luis Amunátegui Reyes gozaría más tarde del privilegio de poseer muchos de los manuscritos de los estudios y trabajos concluídos por el sabio benemérito (81). A su inteligente uso debemos, entre otras, la publicación que aparece en el Volumen XIII de las 'Obras Completas de don Andrés Bello' (82), conteniendo el llamado Proyecto 'Inédito'. Oigamos pues, al señor Amunátegui, cómo explica su existencia. Dice (83) : 'El Proyecto de 1853 pasó por una doble revisión. La forma en que quedó después del primer examen, fué consignada al margen del ejemplar del Proyecto antedicho, que cada uno de los miembros de la junta tenía para su uso personal (84). Este proyecto manuscrito, que ha llegado a ser una verdadera curiosidad bibliográfica y cuya existencia era aún desconocida, es el que ahora se publica en este volumen' (85).  Nosotros ya sabíamos que el proyecto aprobado por las Cámaras fué el impreso en noviembre de 1852, una vez practicada la segunda revisión de que hablábamos, y difiere notablemente de este otro 'Inédito', producto del primer examen (86), y que la Comisión Revisora no estimó indispensable publicar. Pero queda siempre en pie la duda, debido a la ausencia de actas de las sesiones de la Comisión, de si esas numerosas alteraciones, nacidas en el segundo examen, fueron acordadas por la misma Comisión o las introdujo Bello de propia iniciativa. El señor Amunátegui Reyes adicionó la publicación del Proyecto 'Inédito' con nuevas notas que no figuraban en el Proyecto de 1853, y además, con algunas observaciones formuladas por don Gabriel Ocampo a algunos de los primeros 300 artículos, tal como quedaron después de la primera revisión, y las correspondientes respuestas de don Andrés Bello. Sobre aquellas, explica el distinguido profesor: 'Las más de las veces éstas (las notas) se han encontrado al pie del artículo o inciso a que ellas se refieren. En ocasiones, se han hallado en papeles sueltos, y entonces, se ha procurado darles la colocación que se ha creído más acertada. No faltan casos también en que estas acotaciones no son más que apuntes en que don Andrés Bello, sin remitirse a un artículo determinado, expone sus ideas sobre ciertas materias' (87). Y sobre las segundas, advierte, que las observaciones llegan solamente hasta el art. 300, porque don José Gabriel Ocampo se incorporó a la Comisión Revisora cuando ésta ya había examinado esos artículos (88). No podemos, pues, poner en duda estas aseveraciones de tan serio expositor de Bello y, de consiguiente, ambos asuntos débense entender incorporados a los antecedentes del Código Civil, pero con la advertencia, en todo caso, de que fué el señor Amunátegui quien materializó las adiciones referidas, y no el autor del Código. Concluídos los afanes de la grandiosa empresa, don Andrés Bello concibió la idea de escribir unos comentarios sobre el Código Civil, pero como no lograra la cooperación económica necesaria para una obra de esta naturaleza, emprendió una labor más modesta, la de readaptar y completar en el Código promulgado las notas del Proyecto de 1853. Pero otras ocupaciones y su salud quebrantada, le impidieron también persistir en tan laudable iniciativa y debió abandonarla cuando las anotaciones llegaban al art. 76. Debemos también al señor Amunátegui Reyes el conocimiento de estas valiosas notas (89). Esta labor postrera emprendida por don Andrés Bello, nos mueve a rectificar el verdadero alcance de algunas publicaciones que contienen las fuentes del Código. Nos referimos a dos ediciones del Código Civil que hemos tenido oportunidad de conocer. Una, publicada en julio de 1858 por la 'Imprenta Chilena, calle de la Ceniza, casa núm. 25', y la otra, que es posterior y tomada posiblemente de la citada, de don Miguel Elizalde y hecha en 'Santiago, Imprenta de la Libertad, calle de los Huérfanos, núm. 19 Q, enero de 1871' con el título de 'Concordancias de los Artículos del Código Civil Chileno entre sí y con los Artículos del Código Francés'. En ambas ediciones se trasladaron simplemente al Código Promulgado, a modo de apéndice, las notas contenidas en el Proyecto de 1853, pero sin ninguna advertencia que hiciera saber su origen. Lo que motiva que muchas de dichas notas no guarden ninguna relación con los preceptos en que se citan, en razón de que estaban destinadas a otros artículos, que no fueron conservados en el Código o sufrieron modificaciones tales que alteraron su primitivo sentido. Al llamar la atención sobre esta impropiedad, queda entonces de manifiesto la cautela que es preciso observar al servirse no ya de las notas puestas por don Andrés Bello a los primeros 76 artículos del texto promulgado, sino de las que dieron cuenta los diferentes proyectos que le precedieron. Y circula también un folleto apócrifo de 50 páginas, titulado 'Los 50 artículos del Código Civil explicados por su autor', editado en 'Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1878' (90), en el cual se pretende hacer creer en su prólogo que las notas que se agregan a algunos artículos comprendidos entre el 739 y el 1368 fueron concebidas por Bello una vez promulgado el Código, siendo que dichas notas no son otras que las contenidas en el Proyecto de 1841-1845 que se publicó en 'El Araucano'. Pero tampoco habríamos podido cerrar estas líneas sin mencionar siquiera la existencia de un manuscrito conteniendo un proyecto de Código Civil atribuido a don Mariano Egaña y conservado por un descendiente suyo, don Luis Melo Lecaros. El proyecto en cuestión, que había permanecido inédito, fué dado a conocer por el Boletín del Seminario de Derecho Público de la Universidad de Chile, en una serie de publicaciones iniciadas en el año 1933, con la advertencia de su Director de no poder 'subscribir enfáticamente' que tal proyecto fuera obra de don Mariano Egaña, pero reconociendo que 'todo lo hace presumir y lo ratifica la tradición de la familia' (91). Por su parte, el distinguido abogado y catedrático don Oscar Dávila Izquierdo, analizando más tarde en un acabado estudio este manuscrito (92), en cuya portada se lee 'Proyecto no completo de un Código Civil para Chile, escrito por el señor D. Mariano Egaña', llegaba a la conclusión de que 'debe atribuirse a Bello y no a Egaña ese Proyecto inédito'. Y agregaba 'creemos que es el texto mismo del Proyecto que Bello había redactado él solo y que distribuyó entre los miembros de la Comisión de Legislación del Congreso Nacional para su estudio y discusión'. Para llegar a ella, daba once razones fundadas en los trabajos que condujeron a la dictación del Código y después de hacer un examen comparativo de ambos proyectos, que demostraba que el atribuído al señor Egaña era 'sin duda, anterior y sirvió de base a la elaboración del Proyecto de Bello' (93).  Respetando nosotros, en todo momento, la ilustrada opinión del señor Dávila, no nos atrevemos a formular una afirmación tan categórica. Estimamos que todas las razones históricas que puedan aducirse, prueban indiscutiblemente que fué don Andrés Bello el principal autor de nuestro Código Civil, pero esas mismas razones no excluyen la posibilidad de que otros hayan también intentado aisladamente, en su época, la codificación del derecho común patrio. Y tendrá necesariamente que reconocerse a los trabajos de esta índole una existencia independiente si, como sucede en el caso actual, no ha quedado establecida la absoluta identidad entre el proyecto atribuído al señor Egaña y el elaborado por Bello. Más aún si se recuerda que este último sólo fue conocido, en su mayor parte, a través de las publicaciones que ordenaran hacer sus primeras comisiones revisoras, a las que el mismo Egaña perteneció hasta el momento de su muerte ocurrida en 1846 (94).

__________

Notas

1

V. En “Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile”. 1811 a 1845, Tomo I, Santiago, Imprenta Cervantes, 1887, Donde se reproduce en sus págs. 212-255. volver

2

Título V, Capítulo I, art. 20, de la Constitución Provisoria publicada el 10 de agosto de 1818 y sancionada y jurada el 23 de octubre del el mismo año (Boletín de Leyes 1817-1818, págs. 258). volver

3

V. “Boletín de leyes” 1821-1822, pág. 405. volver

4

Sesión de 17 de noviembre de 1823. (V. en “Sesiones”, cit, Tomo VIII, págs. 438 y 441 Anexo 742). volver

5

V. Boletín, Libro 2, pág. 110. volver

6

Sesión de 29 de julio de 1826 (V. en “Sesiones” cit., Tomo XII, págs. 266 y 271, Anexo N° 326). volver

7

Art. 144. V. este Proyecto en “Sesiones” cit., Tomo XIV, págs. 75-85. volver

8

Esta Ley no aparece publicada en el 'Boletín'. La cita don Diego José Benaven­te en un discurso pronunciado en el Senado el 3 de septiembre de 1852 (V. 'El Arau­cano' N° 1367) y es congruente con la precipitada moción del Sr. Vicuña (V. en 'Sesiones' cit., Tomo XV, pág. 348). volver

9

Los proyectos constitucionales de 1811 y 1826 no fueron nunca adoptados y la Constitución de 1818 quedó derogada por la de 1822 que nada dispuso sobre el par­ticular volver

10

Vv. la Ley 3, tít. 2°, Lib. III, de la Novísima Recopilación y el Decreto patrio de 28 de abril de 1838 (éste en el 'Bole­tín', Lib. 8°, pág. 28). volver

11

De entre las disposiciones legales dictadas en la República, en este período, pueden mencionarse las siguientes en materia civil:    Pragmática de 9 de septiembre de 1820, sobre matrimonios, mandada publicar por Decreto de 20 de julio de 1846 (Boletín, Libro 14, pág. 158);Ley de 13 de septiembre de 1832, sobre interés legal del dinero (Bol., Lib. 5°, pág. 405);    Ley de 25 de julio de 1834, sobre testa­mentos de extranjeros (Bol., Lib. 6°, pág. 129), modificada por ley de 26 de julio de 1842 (Bol., Lib. 10, pág. 200);   Decreto de 30 de agosto de 1838, sobre testamento de españoles (Bol., Lib. 8°, pág. 61);   Decreto de 22 de noviembre de 1838, so­bre sucesiones intestadas (Bol., Lib. 8°, pág. 88);  Ley de 6 de septiembre de 1844, sobre matrimonios de los no católicos (Bol., Lib. 12, pág. 229);   Ley de 31 de octubre de 1845 (Bol., Lib. 13, pág. 165) y de 25 de octubre de 1854 (Bol., Lib. 22, pág. 585) sobre prelación de créditos;Ley de 16 de diciembre de 1848, sobre disolución de vínculos, inteligencia del art. 162 de la Constitución de 1833 (Bol., Lib. 16, pág. 346);  Ley de 8 de agosto de 1849, sobre terrenos abandonados por el mar, a quien pertenecen (Bol., Lib. 17, pág. 109);  Ley de 14 de julio de 1852, sobre exvinculación de bienes (Bol., Lib. 20, pág. 125); y  Ley de 3 de agosto de 1855, sobre herencias intestadas, cuotas que se aplican a los establecimientos de beneficencia (Bol., Lib. 16, pág. 353). volver

12

V. 'Vida de don Andrés Bello', por Miguel Luis Amunátegui. Santiago, impre­so por Pedro G. Ramírez, 1882. volver

13

V. en “Sesiones”, cit., Tomo XIX, pág. 126, Anexo N° 177. volver

14

Don Pedro Lira Urquieta Afirma en la pág. 183 de su obra “Andrés Bello”, Cultura Económica, México, 1948, que este documento lo redactó el propio Bello. volver

15

Este fué el criterio que triunfó en definitiva dentro del Código Civil; para comprenderlo basta leer el mensaje con que el proyecto respectivo se envió al Congreso para su aprobación. volver

16

V. en 'Sesiones', cit., Tomo XIX, pág. 150, Anexo N° 198. volver

17

Oficio de 2 de agosto de 1831, firma­do por los Sres. don Fernando Errázuriz y don Diego Portales (V. en 'Sesiones', id., pág. 164, Anexo N° 207). volver

18

Sesiones de 21 de julio, 11 y 27 de agosto de 1831 (Vv. en 'Sesiones', id., págs. 142, 176 y 204, respectivamente). volver

19

Informe de 14 de octubre de 1831 (V. en 'Antecedentes Legislativos y Trabajos Preparatorios del Código Civil de Chile', por Enrique Cood. Tomo I, Santiago, Im­prenta Victoria, 1883; págs. 9‑12).Ç volver

20

V. en Cood, ob. cit., págs. 7‑9. Inte­graban esta mayoría, que era partidaria del proyecto aprobado por el Senado, además de los firmantes, los Diputados don Rafael Valentín Valdivieso y don Joaquín Manuel Gutiérrez (V. 'Sesiones', cit., Tomo XX, pág. 559). volver

21

Proyecto de 14 de junio de 1833 (V. en 'Sesiones', cit., Tomo XXII, pág. 9, N° 11 de la Cuenta, y pág. 14, Anexo N° 17). volver

22

Palabras de advertencia de la Comisión Legislativa, de la que Bello formara parte, al iniciar la publicación de los traba­jos de este autor, por ella revisados (V. 'El Araucano' N° 561). Y sobre este mismo comienzo y su época, el Presidente del Se­nado, don Diego José Benavente, diría en Sesión de 5 de diciembre de 1855: 'Me consta que ya en el año 33 o 34 en que el Gobierno ofreció un premio al que acome­tiera la ardua empresa de redactar un Có­digo Civil, el señor Bello puso manos a la obra, no ciertamente por el premio que se asignaba, sino por su amor al estudio; y re­cuerdo que al poco tiempo le vi completo el tratado sobre sucesiones' (V. 'El Arau­cano' N° 1662). volver

23

V. 'El Araucano', N.os 146, 154 y 200. volver

24

V. en 'Sesiones', cit., Tomo XXII, pág. 413 volver

25

V. 'El Araucano' N° 525. volver

26

Don Miguel Luis Amunátegui, ob. cit., pág. 641, afirma que el proyecto conducen­te a esta ley fué propuesto por Bello. volver

27

Elegido por Santiago, se incorporó al Senado el 1° de junio de 1837. (V. 'Sesio­nes', cit., Tomo XXV, págs. 371 y 374). volver

28

11 de septiembre de 1840  (V. en 'Se­siones', cit., Tomo XXVII, pág. 419). volver

29

En las 'Sesiones', cit., no aparece la fecha de este acuerdo, pero consta del oficio de 31 de agosto de 1840, dirigido por el senado a la Cámara, comunicándole dichas designaciones (id., pág. 213, Anexo N° 224). volver

30

Sesión de 31 de agosto de 1840 (id., pág. 211, Acuerdo 3°). volver

31

Sesión de 20 de octubre de 1841 (id. pág. 532, Acuerdo 2°). volver

32

Decreto de 18 de septiembre de 1841 (V. 'Boletín', Lib. 20, pág. 277) volver

33

V. en 'Sesiones', cit., id., pág. 535, Anexo N° 559. volver

34

V. es 'Sesiones', cit., id., pág. 419, Anexo N° 435. volver

35

Para mayor facilidad pueden consultar­se todas las sesiones de este período, en Cood, ob. cit., págs. 19‑33, donde se repro­ducen sus respectivas actas. (Aquí se leen 121 sesiones, pero se debe a que hay dos repetidas, las de 19 y 23 de agosto de 1841). volver

36

Sesión de 12 de marzo de 1841. volver

37

Véanse por ejemplo los informes remitidos por la Comisión a ambas ramas del Congreso, en cumplimiento de los arts. 17 y 18 de la Ley de 10 de septiembre de 1840, de fechas: 27-VIII‑41, 9‑IX‑42, 30‑VIII‑43 y 15‑X‑44 (más fácil en Cood, ob. cit., págs. 18, 23, 24, 28, 31 y 32). volver

38

Informe cit. de 27 de agosto de 1841, dirigido al Senado (id. Cood, pág. 18). volver

39

V. 'El Araucano', N° 561. volver

40

V. nota editorial de Bello del citado Araucano, N° 561, 594, 602, 605, 611, 615, 622; 626, 633, 642, y 669; Respuestas de D. Andrés Bello. volver

41

La contienen los siguientes Arauca­nos: Observaciones del Sr. Güemes: N ‑N.os 604, 605, 606, 613, 615, 644 y 650. (Más fácil en Cood, ob. cit., págs, 177-­230). volver

42

V. 'Codificación de nuestras leyes; tra­bajos del Código Civil'. Memoria publica­da en los Anales de la Universidad de 1859 (pág. 387). volver

43

V. 'Don Andrés Bello y el Código Ci­vil', Santiago, Imprenta Cervantes, 1885, pág. 7. volver

44

V. 'El Araucano', N° 585. volver

45

Sesión de 19 de noviembre de 1841 (V. 'Sesiones', cit., Tomo XIX, pág. 409, Acuerdo 1°). volver

46

Sesión de 19 de noviembre de 1841 (V. 'Sesiones', cit., Tomo XXX, pág. 24, Acuerdo 2°). volver

47

Vv. Oficios de la junta Revisora de 8 de julio de 1842 al Senado (en 'Sesiones', cit., Tomo XXXI, pág. 46, Anexo N° 46) y a la Cámara de Diputados (en 'Sesio­nes', cit., Tomo XXX, pág. 131, Anexo N° 80); y Memorias del Ministro de justicia al Congreso de 1842 y 1843 (en 'El Arau­cano' N.os 621 y 676, respectivamente). volver

48

V. 'El Araucano', N° 782. Esta ley tuvo su origen en el Senado, en una mo­ción de don Andrés Bello, fechada el 10 de julio de 1844, de la que se dió cuenta en su sesión de 24 del mismo mes y año. (V. en 'Sesiones' cit., Tomo XXXV, pá­gina 149 Anexo N° 74. ) volver

49

Se  dice en su Informe a la Cámara de 30 de agosto de 1843 (V. nuestra nota 37). volver

50

No nos ha sido posible ubicar algún ejemplar de estas ediciones. Los datos suministrados se los debemos a don Miguel Luis Amunátegui, pág. V de 'Obras Com­pletas de don Andrés Bello', edición hecha bajo la dirección del Consejo de Instruc­ción Pública, volumen XI, Santiago, im­preso por Pedro G Ramírez, 1887, donde, además, se reproducen dichos Proyectos juntamente con el de 1841‑1845. volver

51

Palabras de su 'Advertencia'. volver

52

No nos ha sido posible ubicar algún ejemplar de estas ediciones. Los datos suministrados se los debemos a don Miguel Luis Amunátegui, pág. V de 'Obras Com­pletas de don Andrés Bello', edición hecha bajo la dirección del Consejo de Instruc­ción Pública, volumen XI, Santiago, im­preso por Pedro G Ramírez, 1887, donde, además, se reproducen dichos Proyectos juntamente con el de 1841‑1845. volver

53

Sobre las actas de las sesiones de la Comisión Legislativa, véase nuestra nota 35. volver

54

Vv. el Decreto Supremo de 26 de oc­tubre de 1852 ('Boletín', Lib. 20, pág. 242) y el Mensaje del Ejecutivo de 5 de diciembre de 1855 ('El Araucano', N° 1659). volver

55

Sobre las actas de las sesiones de la Comisión Legislativa, véase nuestra nota 35. volver

56

Sobre las actas de las sesiones de la Comisión Legislativa, véase nuestra nota 35. volver

57

V, en 'El Araucano', N° 895. volver

57 bis

V. en 'Documentos Parlamentarios. Discursos de apertura en las Sesiones del Congreso y Memorias Ministeriales'. Años 1847‑1851. Tomo III, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1858, pág. 285. (No logra­mos ubicar esta Memoria en 'El Arauca­no'.) volver

58

Don Paulino Alfonso, en su libro 'Ex­plicaciones de Código Civil', Santiago, Imprenta Cervantes, 1882, pág. XXXI, sin precisar el año, pero en todo caso posterior a 1848, dice haber sucedido aquello cuando la Comisión llegó a contar en su seno sólo a los Sres. Bello, Montt, Palma y Lira (Reproduciendo a Lira, Memoria cit., pá­gina 388 de los Anales). volver

59

Palabras del Mensaje cit., de 5 de di­ciembre de 1855. volver

60

Decreto cit., de 26 de octubre de 1852. volver

61

V. en “el Araucano”, N° 1367. volver

62

Decreto cit, de 26 de octubre de 1852. volver

62  bis

La Corte Suprema por oficio de 14 de noviembre de 1853 se limitó a comuni­car que 'no ha sido posible a sus miembros procurarse las horas suficientes para el es­tudio serio y concienzudo que debía proce­der', por cuyo motivo, sólo les 'ha sido dable avanzar el examen del citado pro­yecto a muy poco más de la mitad de su primer libro'. (Archivos de la Corte Suprema, Libro de Correspondencia del Tribunal, 1842‑1854, págs. 307‑308.)Alfonso, ob. cit., pág. XLI, expresa que comunicaron sus observaciones al Proyecto, las Cortes de Apelaciones de La Serena y Concepción y los jueces señores Jovino No­voa y José Antonio Argomedo, de Valpa­raíso y Santiago.Cuando ya estaba en prensa este trabajo, fuimos informados que, entre los documen­tos a que se refiere nuestra nota 81, se ubicaron los originales, de las comunicaciones citadas en el párrafo precedente y, además, la enviada por la Corte de Apela­ciones de Santiago. El contenido de estas notas se desconocía hasta ahora: Serán publicadas próximamente en los Anales de la Universidad de Chile, comentadas por el joven e inteligente investigador don Rafael Mery Berisso.Reviste especial interés imponerse de ta­les antecedentes, si se considera que la Comisión Revisora encargó a don Andrés Bello que los examinara e indicara qué observación debían ser aceptadas, cuáles rechazadas y cuáles convenía someter a discusión. (Amunátegui, “Don Andrés Bello y el Código Civil'; ob. cit., pág. 9.) volver

63

Consta de la Memoria de Justicia al Congreso de 1854 (V. en 'El Araucano', N° 1542). volver

64

Alfonso, ob. cit,. pág. XXXIX, señala como sesión inaugural la de 20 de junio de 1853,  que se verificó en la sala del Con­sejo de Estado. En la Memoria de justicia de 1853, fecha 17 de Julio, se dice asimis­mo que la Comisión ' ha dado principio a sus tareas' (V. en 'El Araucano', N° 1438). volver

65

Alfonso, ob. cit., pág. XXXIX, remi­tiéndose a Lira, Memoria cit., dice que fue llamado al seno de la Comisión el 24 de junio de 1853. volver

66

Decreto de 6 de marzo de 1854 (V. en 'El Araucano', N° 1490). volver

67

V. Mensaje cit., de 5 de diciembre de 1855. volver

68

Ob. cit., pág. 109. volver

69

Vv. en ob. cit., págs. 10, 16, 22 y 27, respectivamente. volver

70

V. Mensaje cit., pero en él se dice que la Comisión sesionó durante tres años. Si esto no se expresó genéricamente se contra­pone con lo manifestado por el Sr. Alfonso respecto de la fecha de la sesión inaugural (V. nuestra nota N° 64) y que funda en datos del Archivo del Ministerio de Justi­cia. volver

71

He aquí sus palabras al respecto: 'La Comisión encargada de este delicado e ím­probo trabajo, no desmaya en sus propósi­tos de darle término en breves días; y es tal la constante dedicación y diligencia que hoy le consagra, que después de haber concluído la revisión y redacción definitiva, es­tá considerándolo nuevamente para que pa­se a las Cámaras tan acabado y perfecto como sea posible. (V. 'El Araucano', N° 1636). volver

72

V. en 'El Araucano', N° 1655. volver

73

Alfonso, ob. cit., pág. XLII. volver

74

Vv. en 'El Araucano', N° 1657. volver

75

Vv. en 'El Araucano', N° 1657. volver

76

Id., N° 1658. volver

77

Id., N.os 1660 y 1662. volver

78

Id., N° 1662 y 'Boletín', Lib. 23, pág. 296. volver

79

En Cood, ob. cit., se cuentan 135 ar­tículos modificados, en un cuadro compara­tivo que contienen sus páginas 233 a 249, pero no están todos y faltan, además, algu­nas enmiendas (por ej., arts. 7° y 18, res­pectivamente). Esto se apreciará en la obra 'Antecedentes Históricos del Código Civil Chileno', en preparación. volver

80

Como ejemplo de lo primero, véase el art. 1415, y de lo segundo, el art 2481, N° 3°. volver

81

V. 'Don Andrés Bello y el Código Ci­vil', ob. cit., pág. 129. La Universidad de Chile recibió no hace mucho de manos de los descendientes del Sr. Amunátegui, un valioso legajo conteniendo documentos de Bello, que actualmente son clasificados y es­tudiados. volver

82

Edición hecha bajo la dirección del Consejo de Instrucción Pública e impreso por Pedro G. Ramírez, Santiago, 1890. volver

83

Ob. cit., pág. XLI. volver

84

Este es entonces el exacto alcance de la anotación referida hace un instante y puesta por el miembro de la Comisión Re­visora, don José Miguel Barriga, en su ejem­plar del Proyecto dé 1853. volver

85

La claridad de estas expresiones que hablan sobre el origen del referido Proyec­ta: 'Inédito', desvirtúa la idea que alguien pudiera concebir, en presencia de la citada publicación, de que correspondiera ella a algún proyecto desconocido hasta su difusión y elaborado por Bello al margen del de 1853. volver

86

Solamente en el Título Preliminar del Código aprobado advertimos las siguientes enmiendas al Proyecto 'Inédito': Modifica­dos, los arts. 1, 3, 4, 10, 15, 17, 23, 35, 36, 42, 45, 46, 48, 49, 51 y 52; suprimido, el art. 50; y agregado, el art. 43. (Datos to­mados de la obra 'Antecedentes Históricos del Código Civil Chileno', en preparación). volver

87

V. 'Obras Completas', cit., pág. XLI. volver

88

v. 'Don Andrés Bello y el Código Ci­vil', ob. cit., págs. 25, 26 y 127. volver

89

Se reproducen en su ob. cit., págs. 137-144 volver

90

Conocimos este folleto por una gentileza del abogado don Antonio Ramírez Luco. volver

91

'Boletín del Seminario' cit., pág. 51.    El Proyecto en cuestión 'empieza con un índice correspondiente a una parte del Proyecto que no ha sido posible encontrar y que posiblemente haya sido redactado por el señor Egaña como pauta de trabajo. A continuación sigue el libro casi completo 'De los contratos y obligaciones', para ter­minar con la 'Sucesión por causa de muer­te' y las 'Donaciones entre vivos' (palabras de don Luis Melo Lecaros, 'Bol. del Sem.' cit., pág. 52).     Su publicación se efectuó en los siguientes números: 2, año 1933 (págs. 51‑65); 3, año 1934 (págs. 40‑57); 4, año 1934 (págs. 54‑70); 5, año 1935, primer Semes­tre (págs. 19‑32); 6, año 1935, 29 Seme­stre (págs. 24‑37); 8, año 1936, 2° Semes­tre (págs. 34‑53), y 13, año 1940, primer Semestre: (págs. 36‑54), quedando aquí suspendida al finalizarse el título relativo a la Transacción. volver

92

Trabajo leído el 20 de noviembre de 1940, al incorporarse como Miembro Académico de la Facultad de Ciencias jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile (V. en 'Revista de Derecho y jurisprudencia', Tomo XXXVIII, Primera Parte, págs. 53-70). volver

93

Trabajó cit., págs. 67-69. volver

94

En los Boletines del Seminario de Derecho Público, pueden consultarse, además, los siguientes trabajos alusivos: 'Proyecto de Código Civil de don Mariano Egaña', por don Rafael Moreno Echavarría (N° 9, año 1937, págs. 30-33) ; 'Ficha Bibliográfica Externa', por don Alamiro de Avila Martel (N° 14, año 1940, 29 Semestre, páginas 31-37), y 'Notas sobre el Proyecto Egaña', por don Aníbal Bascuñán Valdés (Números 53-56, año 1951, págs. 73-77). volver